PLAN DE TÍOS, MUERTE Y RESURRECCIÓN


A veces me pongo a pensar en esa gente que necesita vivir cada día con una pareja a su lado. Y digo necesita porque de verdad es necesidad. Cada día de soltería es un día de búsqueda, una aventura digna de Indiana Jones. Personas que cierran una relación cuando empiezan a ver la siguiente a la vuelta de la esquina o que no la cierran por mal que vaya por el terrible vértigo de verse solos, o simplemente de no tener sexo de forma (medianamente) regular.

Yo soy el primero que si tengo novia lo disfruto. Hago planes con ella, con ella y mis amigos, con ella y sus amigas, todos juntos en paz y armonía, con mis amigos… Y si algún día dejo de disfrutarlo o de ser capaz de llevarlo todo por la línea adecuada, dejo de tener novia. Vértigo ninguno. No hay prisas por encontrar nada. Aquello que tenga que venir vendrá y nada que merezca un esfuerzo ímprobo o superar las doce pruebas de Hércules merece la pena. Pero mis amigos siempre estarán ahí y no es que sean el enemigo, es que son un complemento y hay que aceptarlos.

Una pareja que se incomoda con tus amigos es una pareja con la que tarde o temprano vas a romper. Porque ellos tienen más peso, ellos llegaron antes, ellos te conocen mejor. Y si te quita un plan con ellos, ha de ser excepcional, o ellos, que también tienen su punto de máquina diabólica, accionarán la mecánica que acabará con eso que tú llamas relación.

Hay novias que son fantásticas, que están cuando deben, se preocupan lo justo, saben qué esperar de ti y si quedan contigo un día saben que habrá un tiempo para tus amigos y no pedirá explicaciones. El problema es que ella no es la novia habitual. Tanto chicos como chicas fallamos por el mismo lado. No se ven muchas relaciones perfectas. No es habitual que alguien hable siempre bien de su pareja cuando se reúne con sus amigos. Siempre está el “fulanito hace esto o aquello y me disgusta” o “es que menganita quiere quedar mañana y no podré ir a las cañas”. Por suerte, las relaciones sobreviven a esto y más. Y todo se debe a que hay  Planes de tíos y Noches de chicas.

De lo segundo no tengo ni idea, disculpadme. De lo primero, mi experiencia más cercana fue el puente del 2 de mayo. Un sábado interminable que ha sido de lo mejorcito que he vivido en los últimos meses. Recordad, no tengo una novia que se pueda sentir ofendida por esta afirmación. Todo controlado.

Siete chicos. La mitad ennoviados cuyas vidas conoces al dedillo gracias a las excusas para no asistir regularmente a los planes. La otra mitad solteros, constantemente pensando en… cosas y comentando las historias surgidas en noches anteriores. Y sí, yo también se algo de matemáticas y sé que la mitad de siete es tres y medio, pero se daba el caso de que uno es mitad ennoviado y mitad soltero. Novia tiene, pero si algún día se casa no lo sabremos hasta después de la boda, lo cual obviamente le pone en nuestro punto de mira. Las bodas de los amigos son sagradas.

En esos planes, ya no es tanto lo que hagas sino con quien lo hagas. Los temas de los que hablas, futbol, política, proyectos de negocio, macroeconomía brasileña, todo vale. Comentas anécdotas pasadas y preparas viajes futuros. Desconectas de todo y de todos y solo disfrutas del momento.

Comes como una bestia, bebes como un animal, ves el fútbol con la menor objetividad posible, gritas y dices tacos e incoherencias sin control, te metes con todos y cada uno de tus amigos, y aguantas estoicamente cada vacile que te cae.

Juegas al póker como James Bond con el peso del mundo sobre tus hombros, y cada mano te cuesta un par de kilos, de peso, en sudor. Nunca se acaban las cosas que hacer. Si sales de la mesa de póker, empiezas al mus. Mentiras, engaños, putadas, todo vale en el mus. Vale incluso que no haya nunca mus. Así, por joder. Los colegas son así. Por suerte las relaciones con las novias no son así. No me quiero imaginar si le hiciéramos a nuestras novias las jugarretas que les hacemos a nuestros amigos.

Y luego, ya desplumado por el azar, hasta las mil de la madrugada viendo un Clippers vs. Spurs con la intensidad de un Madrid vs. Barça, defendiendo a los tejanos como si te hubieras criado en un rancho con un sombrero vaquero para finalmente acabar opinando sobre un combate de un deporte que no has visto en tu vida simplemente porque es “El combate del siglo” y defendiendo a ultranza a un filipino de cuya existencia sabías desde hacía apenas unos meses, o días, tampoco nos vamos a engañar.

Cuando lo estás viviendo piensas que se podría hacer una película del día pero lo que más molaría sería el tráiler, de menos a más, con una banda sonora que crea un efecto difícilmente superable y acabando en éxtasis puro. Cuando acaba, te vas a tu casa. Duermes hasta que no puedes más y te pasas el día sin querer saber de ellos. Es una resaca con todas sus letras. Todo en exceso es malo y tras un día como ese lo que quieres es desintoxicarte y entonar el “No vuelvo a beber” versión amigos, pero como cuando dices que no volverás a beber, 3 días después ya estás de nuevo empinando el codo.

Igual alguien echa en falta La Noche de Chicas pero desafortunadamente nunca he sido invitado a ninguna de esas. Ni siquiera a una noche de pijamas. Cruel mundo este. Sin embargo no me importaría saber cómo sois vosotras en vuestro cuartel general, maquinando planes despiadados que poco tienen que ver con nosotros. Así que si alguien quiere versionarme en femenino, sobra decir que la invito a que nos lo cuente a todos.

Quiero creer que no me cuesta compartir conocimiento así que publicaré esa historia por aquí si la autora lo permite.

Dos delicados ósculos en las mejillas de ellas y un abrazo con palmada para ellos.

 Á.J.

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