YO SOY ESE TÍO

Esto te va a sonar muy pretencioso pero no lo es. Créeme que no estoy loco. Yo soy todos los chicos de los que hablas. Todos los chicos con los que has estado y estarás. Ese cabrón que te enamoró y luego se fue diluyendo como una aspirina. También ese pesado que nunca te hizo gracia. E incluso ese chico intrigante que no sabías por donde iba a salir. Todos lo somos. Porque como bien decís todos los hombres somos iguales.

No me refiero a mí en particular sino a la descripción que hacéis de vuestras parejas, novios, ligues, rollos, eso o cosa. Da igual como lo queráis llamar.

Yo he sido un capullo a veces. Otras veces fui aquel al que duele dejar marchar. En alguna ocasión fui aquel que no se enteraba de tus indirectas. Y en mis mejores momentos he sido aquel del que presumías cada día que estaba a tu lado. Aquel al que ansías comprender y al que no conseguirías sacar una respuesta ni apuntándole con una lámpara de cien vatios como en un interrogatorio policial.

Con esto te quiero decir que no somos tan simples como intentamos haceros creer. Vivimos sin pensar las cosas tanto como vosotras. Y cuando ya nada tiene solución, cuando ya es demasiado tarde para los dos, nos damos cuenta de lo que hemos hecho, de lo grande que se ha vuelto la bola de nieve y de lo insalvable que es la situación. Viene a ser la teoría del caos en la que a veces nos metemos los tíos nosotros solos.

En el momento nos dejamos llevar por lo que nos dice nuestro instinto. Intentamos que todo esté controlado. Y si lo está, somos pasotas. Siempre. Pero si no, hacemos lo que sea por hacer encajar las piezas. Si estoy muy bien con una chica me apetece quedar con ella a todas horas y cualquier problema se resuelve. Como sea. No suelen existir excusas. Eso sí, si se puede ser pasota, se es pasota. Si todo debe ser, es. Todo fluye y nada te detiene.

Pero. Siempre pero. El entorno marca absolutamente. Cómo esté en el trabajo, la situación de mis amigos, los resultados de proyectos personales… A veces empezar algo me hace olvidar todo lo negativo, todas las frustraciones, los sueños rotos, las decepciones. La ilusión creada es tan grande que cuando deja de sorprenderme me doy de bruces con la realidad. Y todos esos males que no llegué a cerrar pueden volver a aparecer. Y si lo hacen, nada vale. Fue un parche. Me alivió los síntomas pero no me curó. Y los mensajes en los que tus labios contradicen a tus intenciones no ayudan.

Es cuando me alejo, cuando me doy cuenta de lo ocurrido. De que no era una historia propia sino de dos, e intento salir sin hacer mucho ruido y destrozando poco. Error sobre error y el daño ya está hecho.

Pero no soy el único culpable. También fue tu culpa. Fue tu culpa, es tu culpa y siempre será tu culpa. Incluso aunque fuera yo el que se dio cuenta de que ya no existía un nosotros, de que ahora existías tú y existía yo, siguiéndote a donde querías, diciéndote todo lo que querías oír. No me curaste nada. No cerraste nada. Estuvo bien. Calmaste mis idas y venidas un tiempo. Fuiste de utilidad y me viniste genial y puede que también te fuera útil yo a ti, pero ya no te necesito aquí. Al menos no a ti.

Aprenderemos ambos que lo que no debe ser, nunca será. Que las cosas no se fuerzan. Que lo que merece ser perseguido no es sufrido. Que siempre ganas. Que los win-win existen y que esto acabó aquí. Mi intención no es que me odies sino que comprendas.

Aquí he sido el capullo, mis disculpas. Sigo.

Nuestra mente es como un p… laberinto. ¡Ay Alicia como te metas ahí! Aquel tío cerrado al que no logras descifrar es el que mejor te puede venir porque te invita a mantenerte a distancia, a no intentar investigar, a disfrutar de lo obvio y no adentrarse en lo oscuro. Y deberías quedarte ahí.

Pero claro. No hace falta que sea yo quien te cuente lo que pasa cuando tratan de prohibirnos algo. Y entras. Y yo, que soy el tonto de los dos, acabo controlando la situación y ese control te mata.

Yo soy ese tío. Y sobre el papel todos lo somos. Solo las circunstancias y ciertos enfoques éticos acerca de animales astados nos diferencian.

No conseguiré que perdones a nadie, ni que dejes de culparte de algo que pudo ser y no fue, pero igual puede ayudarte a que la próxima vez en lugar de darle mil vueltas a la cabeza y no llegar a ninguna conclusión, consiguiendo solo auto flagelarte con constantes dudas e incertidumbres paranoides, esta confesión pueda servirte de algo. Si me interesas nunca te dejaré marchar. No esperes una eternidad mi mensaje. Si ha de llegar, llegará. Y si soy un hombre será una llamada.

Á.J.